La escritora María Crescencia Capalbo
escribió una Novela Breve cuyo titulo original es
El silencio de los amantes sin barreras
Charlas.
Quiero creer en lo más profundo de mí ser que esas charlas fueron reales. Había etapas de ellas en las que me olvidaba ese temor a bordo, de ese temor al aire sin más que ser sostenido por dos alas y un par de motores. Hablamos entre otras cosas, de su gran congreso, de sus horarios libres, del hotel en que se hospedaría. Hablamos de mi encuentro, de ese programa que me abarcaba horas y de mis horarios libre y también del hotel en que me hospedaría. Parecía como si el destino se hubiera empecinado a que yo sufriera esa cercanía en la distancia perpetua de no tenerlo. Y me refiero, de no tenerlo entre mis brazos y besarlo. Besarlo hasta acabar esta sed que me consumía por el deleite de su boca tan perfecta.
Parecía como si el destino se hubiera empecinado en encontrarnos en la distancia de nuestra ciudad, en la lejanía de la rutina diaria que nos agazapaba en personas casi robóticas; en la distancia de todos los días hacar exactamente lo mismo. Esa lejanía de otro país, de toda rutina, esa lejanía en la que sólo estaba él y yo, los únicos conocidos.
Las charlas fueron varias, desde nuestros hijos que fueron producto de algún amor olvidado hasta las vacaciones, la rutina, el cansancio de los años, la agonía de la vida. Olvidé la ventanilla por las que todos peleaban, reclamaban y deseaban para ver, para sacar fotos para contemplar y encontrarse con ese cielo azul, que no es azul, ni celeste, sino infinito, brilloso y perfecto. Demás está hablar de las nubes, blanquecinas con matices dorados, rosados, violáceos y algún que otro grisáceo. Pues sí, lo vi, lo vi cuando los nervios me ganaban la charla y lo contemplé como el mejor regalo de Dios que tenía ante mis ojos.
Se percató de mi sumisión anta la belleza infinita que me atraía. Y suavemente dijo en mis oídos:
“Lograste superar la turbulencia de tus miedos, Chiquita. Disfruta la belleza del cielo imponente y majestuoso ante nuestros ojos.”
Logró sacarme de aquellos bellos pensamientos y traerme nuevamente a la realidad.
“¿Cómo supiste? ¿Lo del miedo?”
“Tus manos temblaron y sudaron hasta recién y en tus ojos veía el brillo del miedo inmiscuido en alegrías que no podes expulsar.”
Comprendí por unos instantes que él sabía que su presencia era para mí directa o indirectamente importante, hasta tal punto, de olvidar mis miedos y sentirme segura, aunque sea una vez en mi vida, sentirme segura frente a mi monstruo de dos cabezas.
(continuara Próximamente....
escribió una Novela Breve cuyo titulo original es
El silencio de los amantes sin barreras
Que esta siendo publicada por capítulos en el blog de el Blog de Novelas Publicadas por Capítulos; Nosotros le pedimos autorización y Publicaremos aquí el Tercer Capitulo; pero para que conozcas en detalle desde el comienzo esta apasionante novela te invitamos a leer el Primer Capitulo de El-silencio-de-los-amantes
Tercer Capitulo
Charlas.
Quiero creer en lo más profundo de mí ser que esas charlas fueron reales. Había etapas de ellas en las que me olvidaba ese temor a bordo, de ese temor al aire sin más que ser sostenido por dos alas y un par de motores. Hablamos entre otras cosas, de su gran congreso, de sus horarios libres, del hotel en que se hospedaría. Hablamos de mi encuentro, de ese programa que me abarcaba horas y de mis horarios libre y también del hotel en que me hospedaría. Parecía como si el destino se hubiera empecinado a que yo sufriera esa cercanía en la distancia perpetua de no tenerlo. Y me refiero, de no tenerlo entre mis brazos y besarlo. Besarlo hasta acabar esta sed que me consumía por el deleite de su boca tan perfecta.
Parecía como si el destino se hubiera empecinado en encontrarnos en la distancia de nuestra ciudad, en la lejanía de la rutina diaria que nos agazapaba en personas casi robóticas; en la distancia de todos los días hacar exactamente lo mismo. Esa lejanía de otro país, de toda rutina, esa lejanía en la que sólo estaba él y yo, los únicos conocidos.
Las charlas fueron varias, desde nuestros hijos que fueron producto de algún amor olvidado hasta las vacaciones, la rutina, el cansancio de los años, la agonía de la vida. Olvidé la ventanilla por las que todos peleaban, reclamaban y deseaban para ver, para sacar fotos para contemplar y encontrarse con ese cielo azul, que no es azul, ni celeste, sino infinito, brilloso y perfecto. Demás está hablar de las nubes, blanquecinas con matices dorados, rosados, violáceos y algún que otro grisáceo. Pues sí, lo vi, lo vi cuando los nervios me ganaban la charla y lo contemplé como el mejor regalo de Dios que tenía ante mis ojos.
Se percató de mi sumisión anta la belleza infinita que me atraía. Y suavemente dijo en mis oídos:
“Lograste superar la turbulencia de tus miedos, Chiquita. Disfruta la belleza del cielo imponente y majestuoso ante nuestros ojos.”
Logró sacarme de aquellos bellos pensamientos y traerme nuevamente a la realidad.
“¿Cómo supiste? ¿Lo del miedo?”
“Tus manos temblaron y sudaron hasta recién y en tus ojos veía el brillo del miedo inmiscuido en alegrías que no podes expulsar.”
Comprendí por unos instantes que él sabía que su presencia era para mí directa o indirectamente importante, hasta tal punto, de olvidar mis miedos y sentirme segura, aunque sea una vez en mi vida, sentirme segura frente a mi monstruo de dos cabezas.
(continuara Próximamente....
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