Amo tu risa noble, a
veces contenida,
y alguno que otro
gesto de impaciencia temprana.
Esas, tus manos
fuertes, tus febriles caricias,
amo tus ojos, mucho
más tu mirada.
Amo tu espalda, pues
me llevas a cuestas,
cuando lucen mis ojos
el brillo de una lágrima,
amo tu boca, que
sorbe beso a beso,
el exhausto placer de
tantas madrugadas.
Amo en invierno tus
felinos abrazos,
y tu piel de verano,
toda de sol y de oro,
la luz de tu mirada
cuando es primavera
y tu cálido aliento
cuando llega el otoño.
Amo hasta los enojos
que aparecen a veces
en destellos oscuros
furia relampagueando,
En los atardeceres,
al alba, a toda hora,
y de una vez por
todas, simplemente te amo.
Elena Salvá
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